Tenemos que hablar del petróleo
El mundo ha bajado el ritmo. Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) relacionadas la quema de combustibles fósiles van camino de registrar este año la mayor caída de la historia. El descenso del consumo de petróleo ha provocado también que el precio del barril haya marcado mínimos históricos en Estados Unidos. Los inversores llegaron a recibir más de 37 dólares por comprar un barril. Es decir, les pagaban por llevárselo.
Lo cierto es que la situación de la industria del petróleo ya era delicada antes de la pandemia. Lo mismo sucede con la del carbón. Llevamos años instalados en esta inestabilidad y ahora podríamos tener una buena oportunidad para apostar por un modelo energético más sostenible y, sobre todo, más resistente a largo plazo.
Y, si no es por la economía, hagámoslo por salud. Dos estudios diferentes han relacionado esta semana la exposición a la polución del diésel con una mayor letalidad de la COVID-19. Entre los casos analizados están el de Madrid y el de Lombardía.
- Mientras tanto, Milán decide transformarse aprovechando el confinamiento para limitar el uso del coche.
- Estas semanas se ha reducido la contaminación visible, pero no la invisible, como la que generan algunos fármacos, cosméticos y productos fitosanitarios.
Antes de ver nuestra casa en llamas
Ayer, 22 de abril, se cumplió el 50 aniversario del Día de la Tierra, celebrado por primera vez en 1970 después de que millones de personas se manifestasen ante el visible maltrato al medioambiente. Aquel año, el observatorio de Mauna Loa (Hawái) registró una concentración anual de dióxido de carbono en la atmósfera de 325,68 ppm (partes por millón). En 2019, fue de 411,44. Un 20,85% más.
La situación que estamos viviendo hoy nos hace preguntarnos si seremos incapaces de reaccionar frente al cambio climático antes de ver nuestra casa en llamas. Al igual que no vimos la gravedad del virus hasta que fue demasiado tarde. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto temer lo abstracto? Entre otras cosas, porque el ser humano es más indiferente a lo que sucede a largo plazo, optimista por naturaleza e incapaz de preocuparse por muchas cosas a la vez.
Sin embargo, estamos a tiempo de cambiar el rumbo. Fue a partir del primer Día de la Tierra en 1970 que se aprobaron muchas leyes climáticas cuyas consecuencias pueden verse hoy en día.
- Este interactivo del New York Times nos muestra qué es mejor y qué es peor que hace 50 años (bajo suscripción, pero gratuita).
- Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, señala en la Agencia SINC que la ciencia no basta. Necesitamos movilizar liderazgos políticos, inversiones responsables y sociedades comprometidas.
- Estas semanas vemos menos a los jóvenes activistas climáticos, pero continúan con sus manifestaciones. Desde casa, claro.
- Cosméticos que no testan en animales y vehículos híbridos. En los últimos 50 años, diferentes decisiones empresariales han ayudado también a dibujar un escenario más respetuoso con el medio ambiente.
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