Durante los últimos meses, la Argentina se encuentra atravesando una crisis política, económica y energética muy compleja. En ese marco, quien era Ministro de Economía, Martín Guzmán renunció y fue reemplazado por la economista, Silvina Batakis. En su discurso de asunción, la flamante ministra comunicó la importancia del uso de energías renovables y la fabricación de baterías de litio como un eje central para su agenda ante la evidente crisis.
Pero para hablar de litio, es necesario mirar a los salares altoandinos, ubicados al noroeste de la Argentina, y que integran lo que se conoce como el “Triángulo del litio” junto a Chile y Bolivia. Allí se concentra el 65% de las reservas de todo el mundo. Este material ocupa un lugar central por su aporte en las nuevas tecnologías: baterías de celulares, notebooks e incluso en autos eléctricos que buscan prescindir de los combustibles fósiles.
De hecho, el litio es usado para fuentes de energías renovables, y podría ser reciclado de las baterías que se encuentran en circulación. Sin embargo, al momento, se extrae únicamente de yacimientos de vetas o por la evaporación de los depósitos de salmueras.
Aunque el litio se presenta como un insumo esencial para las “energías limpias” y ocupa un lugar central en la transición energética, cada extracción - e incluso su previa exploración - implican un sobreconsumo de agua, el uso de químicos contaminantes y, en consecuencia, el desplazamiento de las comunidades, la afectación de la biodiversidad y el cambio del paisaje.
Entonces, si la transición energética implica el desconocimiento de los derechos humanos y de la naturaleza, ¿basta con el cambio de extracción hacia otras fuentes si se mantiene el mismo modelo? ¿Es posible una transición justa? En el siguiente artículo te cuento la historia de Antofagasta de la Sierra y la vida en un territorio minado.
|