LAS ARENAS DEL DESIERTO
El Sáhara es el desierto cálido más grande del mundo. Una vasta extensión de más de nueve millones de kilómetros cuadrados cubierta de arena y polvo de minerales como hierro y fósforo. Cada año, los vientos transportan más de 60 millones de toneladas de estos materiales a través del Atlántico. Muchos llegan a la selva amazónica, en donde actúan como fertilizantes. Otros acaban en el océano, en donde alimentan la vida submarina.
Este intercambio es fundamental para mantener los ecosistemas tal y como los conocemos. Sin embargo, y al igual que tantos otros procesos, se ve afectado por los cambios del clima. Un estudio de la NASA ha analizado cómo el calentamiento global puede generar un efecto dominó en estos desplazamientos de arena.
El cambio de las temperaturas impacta directamente en la velocidad del viento. Cuando el Atlántico Norte se recalienta, los vientos alisios que soplan de este a oeste se debilitan y transportan menos polvo del Sáhara. Además, los cambios de las lluvias en los trópicos favorecen que la arena del desierto se humedezca cada vez más, impidiendo que los vientos se la lleven.
Como consecuencia, hay menos polvo en el aire y la radiación solar llega con más facilidad al océano. De esta forma, se genera un ciclo de retroalimentación: las temperaturas suben, los vientos se debilitan y el movimiento del polvo se reduce, lo que favorece de nuevo el calentamiento. Se explica muy bien en este vídeo.
El estudio de la NASA ha utilizado tecnología y modelos predictivos para intentar pronosticar qué cantidad de polvo se moverá por el Atlántico en el futuro. Sus resultados indican que la actividad se reducirá un 30 % en los próximos 50 años, y seguirá disminuyendo de forma continua a lo largo de este siglo.
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