No entendemos mucho de placas tectónicas ni continentales, pero después de leer Leica Format, una novela de Daša Drndić, vemos Europa como un territorio que flota en un oscuro magma de violencias, una capa de tierra sobre un mar de atrocidades.
Y que entre la capa de tierra y ese líquido viscoso se está tejiendo otro estrato. Por debajo de la superficie toma la forma de una capa de gomaespuma que amortigua el ruido feroz de lo subterráneo. Por encima, constituye una especie de neblina que llega hasta las cabezas de los europeos, justo hasta la coronilla del europeo más alto.
Y que ese nuevo estrato en formación se llama olvido.
Daša Drndić sacude su cabeza de forma violenta, como quien se quita de encima un enjambre, para disipar la niebla. Y luego recorre cada palmo del terreno buscando grietas, cicatrices, fugas. Y perfora en pequeños puntos para llegar hasta el magma caliente y dejarlo subir.
Después se sube al escenario de un viejo teatro abandonado en un país balcánico –una región donde abundan las grietas– con un ajado disfraz de maga, coloca una chistera llena de brillos sobre una mesa y en vez de sacar conejos lo que brota de allí son historias, fragmentos de la vida, diminutas fotografías reveladas con la química de lo sepultado.
Esa magia es Leica Format.
“He olvidado que Bernhard se llama Thomas y que Wisława se llama (se apellida) Szymborska. Luego me he acordado. De lo contrario, ¿cómo habría podido escribir esto?, dice su narradora.
¿Quién habla en esta novela, quién la cuenta? No sabemos. Todo es un laberinto balcanizado donde se mezclan materiales de archivo, vidas inventadas, voces escuchadas en un autobús, los nombres de quienes se llevó la Historia.
Alguien deambula por Rijeka y Drndić detalla con esa ferocidad y compasión cómo la tragedia se ha ido pegando a las paredes y los cuerpos. La voz es la de quien ha visto como todo se resquebrajaba y alza la suya para que recordemos, para que abandonemos la complacencia.
Croata en Serbia y serbia en Croacia, quienes la conocieron –murió hace un par de años– describen a Daša como una mujer vital y cariñosa que también abandonó la comodidad para darse a la búsqueda de un lenguaje y una postura ética que le permitiera contar todo esto como lo hace, de esa forma tan rica e implacable. Enorme el trabajo, por cierto, de Juan Cristóbal Díaz trayendo al castellano su música, su fuga.
Casi como en el infierno de Dante, habría que poner en la portada de esta novela: “Abandonad toda complacencia”.
Nosotros escribiríamos al lado: mucho tiene que salir para que este no sea uno de los libros del año.
Aquí lo tienes.
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