EL AGUA Y LA BIODIVERSIDAD
Hay un punto en el mapa donde el lince ibérico se confunde con los campos de fresas y las chabolas de los temporeros conviven con las poblaciones de tortuga mora. Donde las marismas se enfrentan a los miles de pozos ilegales que están secando el humedal más importante de Europa.
El entorno de Doñana se ubica en las tierras bajas de la desembocadura del Guadalquivir, uno de los espacios más fértiles del continente y, también, uno de sus últimos grandes reductos de biodiversidad. Allí, el conflicto entre el desarrollo y la sostenibilidad gira, sobre todo, en torno al agua.
En su último informe, WWF calcula que en la zona existen 1653 hectáreas de cultivos irregulares y más de 2000 pozos ilegales. Ahora, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha condenado a España por no frenar este expolio de los acuíferos y no hacer lo suficiente por cuidar los hábitats protegidos de Doñana, uno de los primeros parques nacionales del país. La sentencia advierte de que, en caso de no actuar, habrá multas.
“Doñana cambia de manera drástica con las estaciones. En verano, el horizonte es un espejismo de calor y polvo y, en los inviernos húmedos, un cristal de agua y cielo. Este espacio natural es un espejo donde podemos ver cómo gestionamos la naturaleza y quizá también adivinar el futuro que nos espera a todos nosotros como especie”, reflexiona Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana.
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