Si la atención es la base del aprendizaje, la motivación es todo lo demás. Un cerebro motivado es capaz de cosas extraordinarias.
Para motivar es importante recordar lo que es “educar”, del latin educare, que significa extraer.
Si tratamos de imponer motivaciones externas a nuestros alumnos nos va a servir de poco o nada. La magia de la enseñanza es cuando se identifican las motivaciones intrínsecas de los alumnos y se alinea el contenido con esas motivaciones.
A continuación vamos a ver 3 técnicas concretas.
Conocer sus motivaciones
La única manera que ha demostrado la neurociencia que permite transferir (y adquirir) conocimientos y habilidades es apelar a las motivaciones fundamentales intrínsecas de las personas.
Si no conoces lo que le importa al alumno, no le importa lo que le enseñas. El primer paso es conocer en profundidad qué es lo que realmente motiva a tus alumnos, qué les hace vibrar, qué es lo que quieren en la vida, por qué y para qué.
Invertir tus recursos en conocer a tus alumnos genera un “vínculo cognitivo directo” entre ambos cerebros, de tal forma que lo que enseñes será bien recibido y procesado por el cerebro de tus estudiantes.
Tendrás al sistema límbico, ganglios basales y circuito de recompensa de tus alumnos a tu disposición, para que les enseñes algo que les sirva.
Transferir el poder
A tus alumnos no les importa lo que sabes, quieren saber ellos.
Si se ha construido una buena base motivacional, no solo les interesa saber, sino que quieren tener ellos el conocimiento y el poder que eso conlleva.
Es en este punto el cerebro recluta cada vez más y más zonas y el aprendizaje deja de ser pasivo y se convierte en activo.
Permitir que los estudiantes enseñen y dirijan el proceso de su propio autoaprendizaje es la panacea de todo docente.
Gamificar la enseñanza
Un cerebro aburrido no aprende nada.
El cerebro ha evolucionado para interactuar con el mundo. No importa si la clase es de artes plásticas, de historia o de matemáticas, lo importante es mantener palpable esa conexión entre el contenido y su utilidad práctica en el mundo real. Y sobre todo, su importancia real para el estudiante.
A través de ejemplos, de historias, de juego de roles, de experiencias prácticas, es cómo mejor se aprende. El objetivo es generar una experiencia tan placentera, tan inmersiva, tan envolvente, que el estudiante se olvide por completo de que está en clase.
Es en ese momento en el que están activos todos los mecanismos cerebrales orientados al aprendizaje y es ahí cuando se produce la verdadera transferencia de conocimiento.
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