En el Pacífico Norte de Costa Rica, el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste protege el hábitat de anidación de la baula o laúd, la tortuga marina más grande del mundo, así como un sitio Ramsar o humedal de importancia internacional y uno de los últimos reductos de bosque tropical seco en Centroamérica.
Junto con su vecina Tamarindo, es también uno de los sitios más apetecidos por el turismo nacional e internacional y un desarrollo residencial de lujo en franco crecimiento en sus inmediaciones, lo que ejerce una enorme presión sobre la biodiversidad de la región. La situación se agrava con los impactos del cambio climático, de la mano de eventos extremos como sequías y tormentas.
Sin embargo, diversas organizaciones con incidencia en la zona trabajan en alianzas estratégicas e iniciativas conjuntas, que van desde la restauración de arrecifes de coral y manglares; las limpiezas periódicas submarinas, urbanas y de playas; hasta la reforestación con árboles nativos. De esa manera, buscan virar hacia un estilo de desarrollo que le dé valor a la biodiversidad; conserve, regenere e interconecte los ecosistemas únicos de la región, así como los servicios ambientales que brindan; promueva un turismo responsable; y genere resiliencia frente a los impactos del cambio climático.
Porque, tal como cuenta en el siguiente artículo Andrés Bermúdez, co-fundador de The Clean Wave, “no somos tan jóvenes ni tenemos tanta edad, pero sí somos la última generación que todavía puede hacer algo”.
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