QUE VIENE EL LOBO
No hay lugar en el mundo con más elefantes asiáticos por kilómetro cuadrado que Sri Lanka. La isla, con 22 millones de habitantes, es además uno de los países con mayor densidad de población. Como consecuencia, Sri Lanka registra también uno de los índices de conflictos entre humanos y elefantes más altos del planeta. Allí, las manadas que arrasan cultivos o los ataques de estos grandes animales son habituales.
Este tipo de conflictos se repiten en todo el globo. Según el informe A future for all, de WWF y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se trata de una de las principales amenazas para la supervivencia de algunas de las especies más emblemáticas del mundo, como el elefante, el lobo, el oso o los grandes felinos.
Los enfrentamientos entre humanos y vida salvaje son un problema de dos caras. Por un lado, afectan a los ingresos de agricultores, ganaderos y pescadores. Por el otro, son un desafío para la conservación: los altercados a menudo llevan a las personas a matar a los animales en defensa propia, de forma preventiva o como represalia. El informe señala, sin embargo, que es posible resolver la mayor parte de estos conflictos.
Por ejemplo, en el Área de Conservación Transfronteriza de Kavango Zambezi, matar leones como represalia por los ataques al ganado era habitual. Pero esta zona, repartida entre Angola, Botsuana, Namibia, Zambia y Zimbabue, empezó a aplicar una serie de medidas sencillas para proteger las reses en 2014. Hoy, los ataques de leones se han reducido un 95 % y no se ha registrado ni una sola muerte de un gran felino.
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