No sé si sabían, pero a pesar de que la Argentina sigue viviendo una dura recesión, bajo un gobierno negacionista del cambio climático, la generación distribuida creció al doble de lo que tenía en 2023. Antes que todo, y para la gente que no está familiarizada con el concepto, generación distribuida es un esquema energético en el que las personas que consumen energía son las mismas que la producen.
Pero no imaginemos tener un pozo petrolero en nuestro jardín o un molino de viento en el techo de nuestro edificio. Casi el 100% de la energía que se consume bajo este esquema es fotovoltaica, es decir, que la electricidad proviene de paneles solares. De hecho, según el informe más reciente sobre generación distribuida de la organización regional Onterra, el 50% de la potencia solar en América Latina está instalada bajo esa modalidad.
Sin embargo, el todavía campeón de la Copa del Mundo -mejor conocido hoy en día por tener un presidente negacionista del cambio climático y amigo de Donald Trump-, es uno de los últimos países de la región en el desarrollo de este esquema energético.
Según expertos consultados, esto se debe a una legislación muy joven, a la inseguridad que ha habido para invertir en un país con tan alta inflación y deuda, y a la importante tasa de subsidios al consumo que tenía el sector eléctrico. Hoy, las cosas son distintas, pero no solo en términos económicos.
El gobierno de Javier Milei recortó los tres incentivos que la ley argentina disponía para promover la generación distribuida. La consecuencia es que este esquema crece, pero moldeado por las manos invisibles del mercado.
En este artículo no solo desgranamos las particularidades que hacen que, a pesar del contexto argentino, la generación distribuida siga aumentando, sino que tratamos de ver hacia delante y discutimos qué forma tendrá este esquema en un mundo liberalizado y sin un Estado que planeé el desarrollo de las renovables no convencionales. Te invito a leer más y reflexionar conmigo en este enlace.
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