Celebrada en Belém (Brasil), la Cumbre Amazónica fue una reunión de los países miembros de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), único bloque socioambiental de América Latina, que se creó cuando los ocho países panamazónicos firmaron un acuerdo hace 45 años para la conservación del medio ambiente. El mecanismo, sin embargo, estaba debilitado y habían pasado 14 años desde la última reunión de los miembros.
El evento reunió a presidentes y ministros de Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname y Venezuela y su principal resultado fue la "Declaración de Belém", que establece parámetros para ampliar el alcance de la OTCA y reforzar su estructura. Sin embargo, el documento final dejó de lado las dos principales demandas de movimientos sociales e investigadores: el fin de la exploración de petróleo en la Amazonía y un objetivo definido de deforestación cero.
El investigador Philip Fearnside, del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonia (INPA), apunta a la falta de coraje político de Brasil para liderar la agenda, país que tendrá la presidencia del G20 en 2024 y de la COP30 en 2025. “Brasil tiene mucho que perder (con el calentamiento global) y, sin embargo, parece moverse en la dirección contraria", criticó.
El contraste quedó de manifiesto con Gustavo Petro, presidente de Colombia, quien apuntó a que “la alternativa que tenemos para mantener la vida es prosperar sin carbono”, mientras que Lula evitó posicionarse frente al tema. Esto, en medio de las declaradas intenciones de Petrobras de realizar exploraciones petrolíferas en la cuenca del Amazonas.
Pese a que previo a la Cumbre se tenían expectativas de un compromiso de deforestación cero - incluso apoyado por Lula - el texto final sólo subraya la "urgencia de acordar objetivos comunes para 2030 para luchar contra la deforestación".
Antes de la Cumbre se celebraron los Diálogos Amazónicos, un evento abierto que reunió a 27.000 personas. Hubo más de 400 actividades a lo largo de tres días, en los que la sociedad civil se reunió para formular agendas y estrategias sobre temas como la erradicación del trabajo forzoso, la seguridad alimentaria, la transición energética y las bioeconomías.
De las conversaciones surgieron al menos 11 extensas cartas: seis de las sesiones plenarias centrales de los Diálogos, la Carta de los Pueblos Indígenas de la Cuenca Amazónica, la Carta de Belém (firmada por alcaldes panamazónicos), la Carta "Contribución de la sociedad civil brasileña a la Cumbre Amazónica para evitar el punto de no retorno del bioma", la Carta de Manaus y la Carta de Amazonia (ambas de la comunidad científica). Todos los textos fueron entregados a los jefes de Estado para que reflexionaran sobre los puntos enumerados y pudieran ajustar el documento final en función de las demandas, pero finalmente no fueron considerados.
Finalmente, uno de los principales llamados se dirigió a las grandes potencias. Como recoge el punto 35 de la Declaración de Belém, urgen a “los países desarrollados a cumplir con sus compromisos de provisión y movilización de recursos, incluyendo la meta de movilizar 100.000 millones de dólares anuales en financiamiento climático". Para su cumplimiento, ponen como fecha límite el año 2024.
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