EL AGUA Y LA BIODIVERSIDAD
Los suelos son fundamentales para mantener el equilibrio del planeta. Contienen una cuarta parte de su biodiversidad, acogen a millones de microorganismos, almacenan y filtran el agua y absorben toneladas de dióxido de carbono que de otro modo contribuirían a acelerar el cambio climático.
Además, los suelos generan riqueza en forma de bosques, tierras cultivables o pastizales. Son parte de lo que se conoce como capital natural, todos aquellos recursos que ofrece la naturaleza y que resultan útiles tanto para producir bienes como para mantener los ecosistemas.
Gran parte de este capital natural no se tiene en cuenta a la hora de contabilizar el producto interior bruto (PIB) de los países, a pesar de que es una parte significativa de la riqueza mundial. Al consumir los bosques o acabar con los ecosistemas, los países están poniendo en riesgo fuentes de recursos que podrían usar las generaciones futuras.
Uno de los muchos motivos por los que este capital natural no se contabiliza es la dificultad de medirlo. Y es que sus beneficios van a menudo más allá de lo fácilmente cuantificable. Los suelos, por ejemplo, albergan raíces de árboles que actúan como esponjas y absorben agua reduciendo las inundaciones. En caso de olas de calor, estos mismos árboles contribuyen a rebajar las temperaturas.
Una nueva guía de la ONU propone hacer uso de estas armas de la naturaleza para construir edificios, pueblos y ciudades más fuertes frente al cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. Espacios rodeados de naturaleza que resistan mejor las olas de calor, las inundaciones o las sequías para evitar grandes pérdidas económicas y humanas, como muestra este vídeo.
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