UNA MEDUSA BIODIVERSA
Más de 300 barcos de pesca de altura, la mayoría de bandera china, faenan desde julio en las aguas internacionales que rodean el archipiélago de las Galápagos, en Ecuador. Lo hacen dentro de la ley, pero hay quien se pregunta qué pasa con los animales, incapaces, hasta donde sabemos, de reconocer los límites que marcan sobre los mapas los seres humanos.
Las islas que cautivaron a Darwin son un tesoro de la biodiversidad, pero están desprotegidas sin leyes que regulen de forma efectiva la pesca internacional. Esta situación ha rescatado el proyecto del Corredor Marino del Pacífico Este Tropical, una iniciativa de conservación desarrollada por el gobierno de Quito junto a Costa Rica, Panamá y Colombia.
La biodiversidad oceánica esconde multitud de secretos y conecta de formas desconocidas con la salud del planeta. Las medusas, por ejemplo, un animal poco investigado hasta ahora, han resultado ser grandes indicadores de los patrones de circulación oceánica y desempeñan un papel importante en la mezcla de los nutrientes de los mares. Además, ayudan a controlar las poblaciones de peces pelágicos e incluso forman ecosistemas en sí mismas.
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