-Una idea para fomentar la lectura.
Para fomentar la lectura sólo hay una fórmula y es la de encontrar el libro que nos haga clic en el corazón. Cuando sucede de verdad, la lectura se convierte en la actividad preferida porque nos permite estar con nosotros al cien por cien y poder compartir con personas afines ese estado de ánimo, es un poco como el amor desenfrenado… por lo que no sé si las campañas que intentan fomentarla inciden realmente en los posibles lectores: sería como ver banderolas gigantes que nos animaran a enamorarnos.
- ¿Cuál es tu libro de Anagrama de cabecera?
Mi libro de Anagrama de cabecera, después de mucho pensar porque tengo unos cuantos, es La vida instrucciones de uso de Georges Perec, un autor del que me fascina su sensibilidad por el detalle.
- ¿Qué consejo le darías a un nuevo librero o librera?
Es un oficio con ciertas dificultades, como todos, pero sin duda alguna quedan compensadas con las relaciones que surgen a través de los libros. Los clientes también son muy buenos recomendadores y con el paso del tiempo se establece una complicidad especial.
- ¿Cuál es la adaptación cinematográfica que más te gusta?
Voy a decir dos, una por el impacto que supuso una tan perfecta adaptación de A sangre fría
de Truman Capote hecha por Richard Brooks, y otra que me rompe el corazón sólo con recordarla, Harold y Maude de Colin Higgins, adaptada por Hal Ashby.
- ¿Te acompaña la música en tus lecturas? ¿Nos recomendarías un pack de lectura y música?
Leo en silencio porque la música me distrae; hace años empecé a poner música clásica de fondo y fue un desastre lector porque acabé por escuchar la música, algo que me vino muy bien para descubrir un mundo que me era desconocido.
- ¿Qué te da más rabia en la literatura y en un libro?
Lo que más rabia me da en literatura es la soberbia, el texto pretencioso es lo más irritante para mí. También me da rabia que lo leído me deje indiferente porque me deja la sensación de tiempo perdido.
- ¿Fajas sí o no?
La eterna discusión entre editor y librero. La faja corta los dedos del librero, se enreda con las fajas vecinas y acaba partida en dos cuando el libro va al estante: definitivamente, fajas no –y eso sin mencionar las frases que puede contener–.
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