LAS MASCARILLAS QUE NO DESAPARECEN
Ahora que empezamos a ver cercana la fecha en la que podremos relajar el uso de las mascarillas, toca echar la vista atrás y calcular el coste medioambiental que los artículos de un solo uso han tenido durante el último año y medio.
Cuando pensamos en el impacto de mascarillas, guantes y envases plásticos en el entorno, a menudo nos limitamos a su desechado. Sin embargo, lo cierto es que este impacto va mucho más allá: incluye la extracción de materiales para fabricarlos, los procesos de producción y su posterior transporte.
De acuerdo con un informe de la Agencia Europea del Medioambiente (AEMA), entre abril y septiembre de 2020 las importaciones de mascarillas se duplicaron en la Unión Europea. Sumaron nada menos que 320 000 toneladas. Solo durante estos seis meses y como resultado del aumento de su uso en Europa, se emitieron entre 2,4 y 5,7 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (CO2e) por encima del nivel habitual. Un gran porcentaje de estas emisiones deriva de su transporte.
El desechado de estos residuos es la cara más visible del problema. En el caso de las mascarillas, la mayoría de los estados de la UE (entre ellos, España) han aconsejado a sus ciudadanos que las tiren en los contenedores de residuos generales. A menudo son incineradas, aunque en algunos estados son depositadas en vertederos.
Sin embargo, si no se gestionan de forma correcta, las mascarillas y el resto de residuos terminan, como hemos podido ver en más de una ocasión, en la naturaleza y en los océanos, en donde tardan cientos de años en desintegrarse y pueden acabar introduciéndose en la cadena trófica.
Un reportaje de una televisión británica se adentra en la “zona de destrucción” de los almacenes de Amazon en Dunfermline, Escocia. Allí pueden llegar a destruirse más de 120 000 productos a la semana, desde mascarillas hasta libros y ordenadores, algunos incluso sin estrenar (como puede verse en este vídeo). El Gobierno de Reino Unido se ha comprometido a investigarlo.
El plomo sigue presente en el aire de Londres (y probablemente de muchas otras ciudades) a pesar de que la gasolina que lo usaba lleva prohibida 20 años.
¿Cómo es el aire que respiras? Un nuevo visualizador permite comparar los niveles de contaminación por partículas finas (PM 2,5) en diferentes ciudades europeas. Puedes consultar los niveles de la tuya aquí.
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