La pasada COP27 puso en agenda un tema que ha sido abanderado por algunos países desde hace décadas, pero que hasta el año pasado no era tan popular en los medios, debates políticos y discusiones académicas: las pérdidas y daños ocasionados por la crisis climática.
Y este nuevo protagonismo se debe a la aprobación de un fondo que podría financiar las acciones para enfrentar los daños y pérdidas en los países particularmente vulnerables al cambio climático. Pero el lado oscuro de este anuncio - que entusiasmó a algunos sectores - es que la billetera creada por la COP27 aún está vacía o incluso podría llenarse, pero de tarjetas de crédito.
Es decir, lo que se aprobó en la COP27 fue el acuerdo para crear el fondo, pero aún no se decide quiénes pondrán dinero allí, qué países podrán acceder a estos recursos, cómo podrán hacerlo y si eso ayudará a que los países más empobrecidos se sigan endeudando para enfrentar las consecuencias de una crisis que no causaron. Todo esto le fue dejado como tarea a un comité de transición que está conformado mayoritariamente por países del Sur global.
Así que, por todas las preguntas que rondan esta decisión, fue que desde Climate Tracker, Fundación Heinrich Böll y Censat Agua Viva promovimos cinco diálogos donde congregamos a personas que están abordando este enorme desafío, de cara a la COP28. De esa manera, hemos identificado los tres grandes retos que enfrenta Colombia (y de seguro América Latina) cuando se trata de pérdidas y daños.
El primer gran reto que pudimos reconocer en Colombia es la generación de información que permita evidenciar cuáles son las regiones del país más afectadas por la crisis climática, cuáles son esos efectos y qué poblaciones deben ser atendidas.
Además, faltan datos que permitan diferenciar las consecuencias asociadas a los fenómenos de variabilidad climática y a la crisis. Sobre esto, Christian Euscátegui, de la Unidad para la Gestión del Riesgo, contó en el cuarto diálogo que actualmente se puede decir qué fenómenos de variabilidad climática (como El Niño y La Niña) son los que más tragedias causan en el país. Por eso hace falta tener datos confiables que indiquen cómo la crisis climática entra allí a transformar o agravar las consecuencias.
El segundo desafío está asociado a la participación de las comunidades más afectadas por la crisis climática en los espacios que se han abierto para discutir, como lo es, por ejemplo, el recién creado fondo de pérdidas y daños.
Ana Malagón Llano es investigadora del área de Justicia Climática de la Asociación Ambientes y Sociedad y ha sido observadora de las discusiones adelantadas en el comité de transición que fue creado para operativizar el fondo. En el tercer diálogo, que ocurrió en Cali, ella contó que en ese comité no está garantizada la participación de las personas que representan a la sociedad civil y, aunque lo estuviera, es un espacio cargado de barreras y tecnicismos idiomáticos que dificultan el involucramiento de las comunidades más afectadas.
A esto se suma, en términos del Estado, que aún Colombia no tiene una posición clara y unificada que permita enfrentar las discusiones del Acuerdo de París y cuestionar las mediciones que ubican al país por fuera del listado de los más vulnerables a la crisis. Si una posición como esta lograra consolidarse, no debería hacerse sin la participación de las poblaciones más vulnerables.
Por último quisiera mencionar el financiamiento como una pregunta que ha quedado en el aire y que representa también un reto para afrontar las pérdidas y daños. A propósito de esto, en el tercer diálogo, Felipe Arango, de Transforma, planteó que muchas países están en medio de un dilema entre la pobreza y la acción climática, pues gran parte de financiación de esta última implica el endeudamiento de países que ya de por sí tienen importantes deficiencias económicas.
Muchos temas se han quedado por fuera de este breve recuento, pero si quieres saber más sobre lo que se conversó en cada uno de estos espacios, puedes ver todos los diálogos en este enlace.
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