DE VACAS Y VERTEDEROS
El gas metano tiene un potente efecto invernadero. Absorbe mucho calor y se calcula que está detrás del 30 % del calentamiento global desde la revolución industrial. Además, es un ingrediente clave en la formación de ozono troposférico, un peligroso contaminante del aire.
Sin embargo, y a diferencia del CO2, este gas no se mantiene mucho tiempo en la atmósfera: desaparece al cabo de poco más de una década. Esto significa que, si se redujesen las emisiones de metano en la actualidad, los resultados podrían notarse a corto plazo.
Un estudio publicado recientemente por la Coalición de Clima y Aire Limpio (CCAC) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) concluye que es posible reducir hasta un 45 % las emisiones de metano de origen humano en esta década. Esto tendría numerosos beneficios a nivel medioambiental, económico y social.
En primer lugar, permitiría reducir el calentamiento global 0,3 ºC para 2045. En segundo lugar, mejoraría la calidad del aire, evitando más de 260 000 muertes prematuras al año. Además, prevendría la pérdida anual de 25 millones de toneladas de cultivos.
Las fuentes de metano varían en función de la actividad, la región y la época del año, como puede verse en este vídeo de la NASA. Actualmente, las emisiones provienen sobre todo de tres sectores: los combustibles fósiles, los desechos y la agricultura y la ganadería. Entre las soluciones para reducirlas están evitar las fugas en tuberías y depósitos, mejorar la gestión de los desechos orgánicos, reducir el desperdicio de alimentos y disminuir el consumo de carne roja.
Ya es oficial: el Tribunal Supremo de España ha tumbado Madrid Central, un proyecto que consiguió reducir en un 20 % la contaminación de Madrid en su primer año. Sin embargo, el gobierno municipal actual, principal promotor de eliminarlo, pide a los ciudadanos que lo sigan respetando por ahora.
En 2027 resultará más barato fabricar vehículos eléctricos que de gasolina en Europa, gracias a la bajada de los precios de las baterías y a las líneas de producción especializadas. Así lo concluye un estudio encargado por la organización Transport & Environment.
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