Fotograma de la nave espacial de la película Solaris, de 1972, dirigida por Andrei Tarkovsky y basada en la novela homónima de Stanisław Lem.
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Queridas lectoras, queridos lectores |
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Están los humanos, y luego están los que tienen apariencia humana pero no lo son. Trabajan todos juntos en la nave seis mil, recogiendo unos extraños objetos que se encuentran en el planeta Nuevo Descubrimiento y que despiertan en los empleados emociones intensas y recuerdos vinculados a su existencia antes de la nave. A través de una serie de testimonios anónimos, recogidos por un comité y encontrados tiempo más tarde, conocemos las relaciones de estos trabajadores con los objetos.
Este es el planteamiento de Los empleados, la novela de la danesa Olga Ravn que ha sido finalista del International Booker Prize y que publicamos con traducción de Victoria Alonso en castellano y en catalán como La plantilla, con traducción de Maria Rosich. Pero ¿de dónde surge la obra? ¿Cómo fue su proceso creativo? ¿Qué conceptos vertebran su discurso?
1. Sobre el arte como colaboración
En 2018, la artista Lea Guldditte Hestelund escribió a la escritora Olga Ravn pidiendo que preparase el texto que acompañaría a las esculturas de su primera exposición individual, Consumed Future Spewed Up as Present, que se inauguraría en 2018 en Copenhague. Hestelund le explicó a Ravn su interés en trabajar formas que no fueran humanas pero que estuviesen vivas. La química entre las dos creadoras fue inmediata.
El proceso de trabajo fue el siguiente: Hestelund le mostraba a Ravn algunas de sus esculturas, aún sin terminar, y esta escribía pequeñas piezas sobre ellas. En un momento, Ravn comenzó a escribir sobre esculturas que aún no existían y el proceso se invirtió: ahora eran los textos los que inspiraban las esculturas. Este modo de trabajar enraizaba con una idea que compartían las dos artistas: la del arte como un proceso, más específicamente como un proceso colaborativo, alejado de la idea del artista como un genio.
Con el tiempo, estas notas se acabarían convirtiendo en Los empleados, donde está muy presente la idea de construcción colectiva: la narración se desarrolla a partir de un cúmulo de grabaciones de personas desconocidas que se alzan como un mosaico de voces, un coro griego que nos describe los acontecimientos sucedidos en la nave seis mil.
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2. Lo absurdo de la cultura de empresa
El día que Ravn entregó la novela a su editorial, dejó su trabajo de oficinista: volvía de una baja maternal y, en ese momento, después de haber estado cambiando pañales y pasando noches sin dormir, atenta a las necesidades de un niño pequeño, la lealtad que le demandaba su empresa le pareció absurda. «¡Creo que estar sentado durante más de cinco horas debería ser ilegal!», opinaba en la entrevista que le hizo Begoña Gómez Urzaiz para SModa: «La expresión “recursos humanos” es hilarante. Te lo dice todo. Mentes y cuerpos humanos como recursos, como combustible o tierra. ¡Nunca te fíes de Recursos Humanos!».
Los empleados expresa la sinrazón de la cultura empresarial de manera espléndida, presente ya en el propio formato: los informes sobre los que se construye el relato separan a esa voz colectiva del comité que ha solicitado crearlos, siendo este comité un grupo indeterminado de figuras poderosas a la vez que invisibles. De ellas no escuchamos ni siquiera qué preguntan, pero sabemos que llevan el control de la situación y la toma de decisiones. De esta forma, la obra se levanta como una distopía sobre el trabajo, sobre la jerarquía y sobre el tardocapitalismo.
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3. ¿Qué nos hace humanos?
Pero Los empleados es, también, y por encima de todo, una bella alegoría cargada de imágenes líricas y filosóficas sobre quiénes somos, el lenguaje y nuestros propios límites (corporales e identitarios). Tal y como apunta Olga Ravn en esta entrevista en la revista inglesa Lolli, «me interesa encontrar el espacio que hay entre lo que eres y lo que te dicen que eres. Recuerdo que fui a terapia en algún momento mientras escribía el libro, y tenían esa forma tan instrumental de hablar sobre los sentimientos que casi me alienaba de mi propia vida emocional (...) En realidad, la idea de lo que es un humano no es lo suficientemente grande como para contener todo lo que es un humano».
¿Qué es, entonces, un humano? ¿Qué lo constituye?
«¿Lo único que falta es que en vuestros documentos modifiquéis mi estatus? ¿Es una cuestión de denominación? ¿Me convertiría en humano si vosotros me llamarais así?», reflexiona un androide en el texto. Ravn concluye: «En realidad no hay humanos ni androides, solo lenguaje».
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Esta semana publicamos El último día de la vida anterior, el nuevo libro del autor de República luminosa, Andrés Barba. Una versión contemporánea del género de fantasmas repleta de apariciones de dobles y cruces temporales, una novela concisa, envolvente y deslumbrante cargada de lirismo y crueldad, que también publicamos en audiolibro, narrada por José Posada, y de la que Mariana Enriquez ha dicho: «Una novela fantasmagórica sin fantasmas que más allá de su preciosidad formal indaga en la soledad, los bucles en los que giran nuestras vidas y las dificultades insondables del afecto».
Y también publicamos en audiolibro la absorbente Tinta simpática, del Premio Nobel Patrick Modiano, en la que un detective retoma un caso con el que trabajó treinta años antes, cuando aún era un aprendiz, y vuelve a seguir el rastro de una mujer. Otra historia de fantasmas, narrada, en este caso, por Jorge González.
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Píldoras para estar al día |
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La tripofobia y el Iphone 11
En 2005, dos científicos de la Universidad de Essex acuñaron un nuevo término para designar lo que habían estado estudiando: la tripofobia, el miedo o aversión a las figuras geométricas muy juntas, a los patrones repetitivos orgánicos, que a día de hoy, dieciocho años más tarde, aún no ha sido reconocida como enfermedad. Según los expertos, esta fobia puede ser un mecanismo de defensa contra animales peligrosos, parásitos y enfermedades infecciosas.
En Los empleados, la tripofobia está usada a consciencia, y la imagen de pequeñas huevas se repite en la narración. Como confiesa Ravn en la entrevista de Lolli: «Este era un sentido que realmente quería activar en el lector (…) y me gustaba dar la sensación de poner la piel de gallina. Hay diez páginas completas sobre la piel haciendo cosas raras».
La tripofobia cogió cierta relevancia cuando, hace unos años, muchos usuarios tenían esa sensación frente al Iphone 11 Pro, que tenía tres lentes circulares en la parte trasera del dispositivo. Si esta imagen no te produce nada, te animamos a buscar en Google imágenes la palabra "tripofobia".
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Solaris
El libro de Olga Ravn le debe mucho a la novela Solaris, del escritor polaco Stanisław Lem, con la que comparte cierta poética melancólica y la voluntad de trascender el género de la ciencia ficción: ambas narraciones se centran en los efectos psicológicos que presentan los pasajeros de una nave, y lo hacen con vocación filosófica, casi existencialista. Solaris fue llevada magistralmente a la gran pantalla por Andréi Tarkovski en 1972, quien supo conferirle la profundidad emocional que la narración precisaba.
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Las maravillas, de Elena Medel, nominado al Premio Dublin Literary
Las maravillas, el debut novelístico de Elena Medel que ganó el Premio Francisco Umbral, se encuentra entre los nominados del Premio Dublin Literary, una lista que han confeccionado ochenta y cuatro librerías de treinta y un países distintos y cuyo premio consiste en 75.000 € para el autor/a y 25.000 € para el traductor/a. Pushkin Press publicó el año pasado The Wonders, la edición inglesa del libro, de cuya traducción se encargaron Lizzie Davis y Thomas Bunstead. ¡Felicidades, Elena!
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«Echoes»
La canción «Echoes», de Pink Floyd, dura algo más de 23 minutos y ocupa toda la cara B de su disco Meddle, publicado en 1971. Cuenta la leyenda que Stanley Kubrick quería incluir algo de la banda de Londres en su película 2001. Una odisea en el espacio. Cuando se publicó «Echoes», tres años después del estreno del film, muchos fans quisieron ver en ella una banda sonora alternativa del film, ya que la duración de la canción es la misma que la del último acto de 2001, «Júpiter y más allá del infinito». La letra de la canción habla de un océano, pero su versión original, de la que solo existe un registro sonoro de un recital en Berlín de 1971, hablaba sobre el espacio. Os dejamos con el fragmento del documental de Pink Floyd grabado en Pompeya en 1971, Live at Pompeii, en el que interpretan «Echoes».
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«¿Alguien ocupa el lugar del amo porque posee un espíritu o posee un espíritu porque ocupa ese lugar? ¿Y alguien ocupa el lugar del esclavo porque carece de espíritu o sucede lo contrario? Desde los tiempos de Aristóteles, las controversias filosóficas acerca de las maquinarias giraron en torno a la cuestión de los gobernantes y los gobernados, los empleadores y los empleados.»
Dardo Scavino, Máquinas filosóficas
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Un abrazo, ¡y hasta la próxima semana!
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