vengo de Madrid con la cabeza plana. Te soy sincera, no te voy a engañar. Nos fuimos a Madrid porque un amigo tenía roto el cora. Y nosotros somos unas tiritas expertas. Sabemos curarnos.
Durante el fin de semana estuvimos recordando anécdotas, y por eso hoy voy a contarte una de ellas.
Mi amigo Manuel estudió conmigo en la universidad, somos amigos desde entonces. Me acuerdo que casi-siempre nos sentábamos juntos y yo hacía una gráfica en el cuaderno, tomando apuntes de clase y él me decía:
—¿Tú lo has entendido? Luego me lo explicas porque yo no.
Y cuando acababa la clase, se lo explicaba porque él no lo había entendido y siempre me contestaba:
El caso es que yo había pensado que mi amigo Manuel podía ser gay, pero yo no era nadie para plantear la duda. Esto lo pensaba desde el primer año de universidad. Lo dejaba estar, no preguntaba nada. Vivíamos cada día y seguíamos, pero muchas veces lo veía frustrado.
Por ese entonces, yo me había dado cuenta de que yo era bisexual, pero todavía no lo sabía. Bueno, sí lo sabía, pero estaba dándole forma al asunto. Para mí fue complicado porque necesitaba todas las respuestas a miles de preguntas, mi cabeza funciona así. Mi trabajo continuo es seguir sin las respuestas que nunca voy a tener o que el tiempo me dará.
En cuarto de carrera, con veintidós años, recibí una llamada de mi amigo Manuel. Lo cogí y me dijo:
—En mi casa, voy a comer.—Por ese entonces yo vivía en la Alameda de Hércules de Sevilla.
—En cinco minutos te veo en la Alameda. Estoy llegando. Es muy urgente.
Yo me asusté, pero el susto no me quitó el hambre porque tenía croquetas. Me quedé bloqueada durante unos segundos. No me daba tiempo a comerme todas las croquetas de una si quería seguir viva para ayudar a mi amigo con la urgencia. Así que cogí una servilleta de papel de la cocina, la abrí para que fuera más grande, eché todas las croquetas que tenía y las lié como si fueran un regalo—realmente son un regalo, qué quieres que te diga...—.
Llegué a la Alameda en cuatro minutos. Sin meterme ni una croqueta en la boca. Me senté en el bar donde estaba mi amigo y él se pidió un café. Dejé la servilleta con las croquetas encima de la mesa y lo miré atónita. Estábamos en silencio. Su café llegó en una taza diminuta porque se pedía el café solo y muy intenso y, normalmente, venía en un dedal. Manuel dio un sorbo a su café de juguete y me dijo:
Yo lo miré, abrí la servilleta que había dejado encima de la mesa, cogí una croqueta, la mordí, la saboreé, me recreé en el sabor, la miré por dentro para comprender como algo podía estar tan bueno y le dije:
Él le dio otro sorbo a su café y me dijo:
—¿No me vas a decir nada?
Empezamos a reírnos y a mi amigo se le aflojó el cinturón imaginario que tenía alrededor del pecho. Un cinturón que no le estaba dejando dormir bien, ni tomar los cafés con calma, ni mirar a quien quería mirar con paz mental.
Si vas a vivir siendo la persona que no eres, ¿qué sentido tiene esto, ? No me refiero a tu condición sexual, o a tus preferencias, o a tu género. Me refiero a todo: tus amistades, tu pareja, tu familia, tu trabajo, lo que lees, por donde sales, la música que escuchas. Me refiero a todo.
Deberías empezar a elegir de verdad, no por lo que se suponga que tengas que elegir, ¿sabes? Empiezas a desabrocharte la hebilla del cinturón imaginario y respiras mejor, poco a poco, hasta que estés bien como para soltar el cinturón entero.
Cuando te sueltas te das cuenta de que empiezas a vivir con más calma, dejas ir lo que ya no te viene bien, lo que no tiene tu talla, lo que te deja piedras en el cuerpo y hace contrapeso para evitar que camines como tú quieres caminar.
Da igual lo que digan el resto de personas. Algunos días serán buenos y otros no, tienes que vivirlos igualmente. Algunas personas dejarán de quererte, eso no significa que tú tengas que querer diferente. Algunas de las cosas que vas a hacer no van a salir como tú quieres, pero por eso no vas a dejar de intentar algo. Y es probable que algunas personas no sean sinceras contigo, pero eso no significa que tú no tengas honestidad.
Lo más bonito de vivir es poder aprenderte, en muchos formatos.
Si has pensado en alguien cuando has leído este email:
Hoy tengo un enlace diferente. Es un enlace regalo, un enlace especial. En este botón de aquí hay una página web mía para que puedas regalársela a otra persona. A una persona que tú creas que va a disfrutar estas cartas digitales. El regalo no es que se puedan apuntar a esta lista, el regalo es que he dejado tres historias anteriores que no volverán a repetirse por email. Envíasela a quien tú consideres, como en cadena de favores.
|