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El 12 de diciembre de 2015, entre aplausos y palmadas en la espalda, se firmaba el Acuerdo de París. El documento marcaba un objetivo claro para frenar el cambio climático: los países debían reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para que, antes de final de siglo, la temperatura global no aumentase más de 1,5 grados Celsius con respecto a los niveles preindustriales.

Sin embargo, ocho décadas antes del final del siglo ya casi hemos alcanzado esa barrera. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) ha calculado que existe un 40 % de probabilidades de que la temperatura media anual del planeta supere esos 1,5 grados antes de 2025.

El nuevo informe de la OMM también estima que hay un 90 % de probabilidades de que alguno de los próximos cinco años sea el más cálido registrado nunca. Aunque sean llamativas, las cifras no sorprenden, dado que los esfuerzos para reducir las emisiones a nivel global han sido, hasta la fecha, escasos.

Por otro lado, superar los 1,5 grados no va a suponer un antes y un después. No es una caída al abismo, sino un paso más en la pendiente resbaladiza de la crisis climática. Aunque en los próximos años dejemos atrás esa barrera, la lucha contra el calentamiento global seguirá siendo necesaria. Es mejor 1,5 °C que 2 °C. Y 2 °C es también mejor que 2,5 °C.

Por ejemplo, un estudio publicado esta semana atribuye al cambio climático de origen humano el 37 % de las muertes por altas temperaturas desde 1991. Son más de 100 000 fallecimientos anuales en todo el mundo. Pero el estudio señala también que cada décima de grado cuenta. Reducir el calentamiento global en 0,1 °C puede salvar miles de vidas al año.

• La Niña llega a su fin. Al desaparecer este fenómeno natural de enfriamiento de las aguas del Pacífico, las temperaturas atmosféricas aumentarán durante los próximos meses.

• ¿Y si plantar árboles no es la panacea para absorber carbono? Un estudio señala que incluso si lográsemos reforestar los trópicos por completo, el impacto sería escaso. La mejor forma de frenar el cambio climático sigue siendo no emitir gases de efecto invernadero.

• La información atmosférica obtenida por satélites durante los últimos 40 años podría haber llevado a subestimar el calentamiento global.

UN MUNDO A FAVOR

En los últimos años, el número de litigios climáticos ha aumentado considerablemente. ONG, grupos ambientalistas, jóvenes activistas y asociaciones de todo tipo han recurrido a la vía legal para exigir a corporaciones y gobiernos que asuman responsabilidades y acaben con sus malas prácticas a nivel medioambiental.

De acuerdo con el informe Global Climate Litigation Report, el número de litigios por el cambio climático ascendió en 2020 a 1550 en 39 países de todo el mundo (la gran mayoría se presentó en Estados Unidos). Fueron un 40 % más que en 2017, cuando se registraron un total de 884. De acuerdo con el informe, los casos han aumentado significativamente en países como Brasil, Colombia, Indonesia, Pakistán y Sudáfrica.

Parte de estas protestas han sido escuchadas. La semana pasada, la justicia neerlandesa emitió una sentencia que pasará a la historia: la que obliga la petrolera Shell a reducir el 45 % de sus emisiones netas de dióxido de carbono antes de 2030, tomando como referencia las de 2019.

A su vez, la petrolera estadounidense Exxon Mobil se ha visto obligada a aceptar en su consejo de administración a dos miembros propuestos por un fondo de inversión que lucha contra el cambio climático. Y el Tribunal Federal de Australia dictaminó que el ministro de Medioambiente tiene el deber de proteger a los niños de la crisis medioambiental.

¿Qué ha cambiado respecto a años anteriores? Entre otras cosas, los riesgos del cambio climático se ven como algo más cercano y se tienen en cuenta al interpretar los derechos humanos.

• Biden suspende las perforaciones de petróleo y gas en un área protegida de Alaska (algo por lo que los grupos ambientalistas llevan luchando desde 2017) hasta realizar nuevos estudios sobre su impacto. Sin embargo, en el último mes ha apoyado otros tres nuevos proyectos de combustibles fósiles.

• En España, el Defensor del Pueblo señala que el ministerio de Agricultura ha permitido un uso indebido y sistemático de plaguicidas prohibidos o no autorizados por la Unión Europea en la agricultura.

LA FUERZA (DE GRAVEDAD) DEL AGUA

El agua es una molécula. Es un líquido, un sólido y un gas. Está en los mares, los glaciares y los huracanes. Es a la vez un disolvente, un refrigerante y la mejor forma de aplacar la sed de plantas y animales. 

El agua es tan importante en la Tierra que conforma su propio sistema, una red a través de la que se mueve cambiando de estado. De los casquetes polares pasa a los océanos, sube a las nubes, se precipita de vuelta a los ríos y se filtra hasta los acuíferos. Este ciclo del agua es fundamental para el clima y la vida tal como la conocemos.

El cambio climático está alterando de muchas maneras el ciclo hidrológico, modificando las dinámicas por las que se relacionan la superficie y la atmósfera del planeta. Algunos de estos cambios son muy visibles, como el deshielo. Otros, sin embargo, pasan más desapercibidos, aunque son también muy importantes. Es lo que sucede con la evapotranspiración.

Un estudio de la NASA ha concluido que la velocidad a la que las plantas y la superficie terrestre liberan humedad (por evaporación y transpiración) está aumentando. Lo ha hecho, en concreto, un 10 % entre 2003 y 2019. Esto significa que la velocidad a la que los suelos y las plantas pierden agua se está acelerando, lo que a su vez incrementa el riesgo de sequía en buena parte del mundo.

Para llegar a estas conclusiones, el estudio ha utilizado mediciones satelitales de cómo el agua afecta a la gravedad del planeta. Cuanta menos agua hay en la superficie, más débil es esta fuerza fundamental. El método empleado permite medir la evapotranspiración con una precisión sin precedentes. Y nos permite entender que el ciclo del agua también cambia al ritmo de las nuevas condiciones climáticas.

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