Como país insular, República Dominicana depende en gran medida de la importación de combustibles para la generación eléctrica, industrial y el parque vehicular. Sin embargo, en momentos en que las energías renovables aumentan en toda Latinoamérica, el país apenas supera el 15% de su generación con fuentes limpias, a pesar de que el sector energético lidera las inversiones extranjeras directas y cuenta con una ley que incentiva el desarrollo de alternativas no contaminantes desde más de 15 años con facilidades y exenciones fiscales.
Aún con ese panorama, tanto en el sector público como privado entienden que la transición energética no será a corto plazo, así como la descarbonización debido a que el pasado Gobierno hizo una apuesta activa hacia el carbón como combustible para la generación energética, a pesar de su impacto medioambiental.
En consecuencia, hoy el país cuenta con Punta Catalina, una planta a carbón que le quedan unos 36 años de vida, mientras la actual gestión pone su atención en el gas fósil como energía base, con diversos proyectos.
La mayor apuesta actualmente es el desarrollo de 840 MW en la zona de Manzanillo, con una capacidad de almacenamiento y regasificación de 200,000 metros cúbicos de gas natural líquido. La obra es de capital privado, se asocia a una inversión de US$1,750 millones y consta de dos plantas de gas natural de 420 MW cada una, un depósito de almacenamiento además de un gasoducto de siete kilómetros.
Pero, ¿cuál es el problema? No podemos olvidar que el denominado gas “natural” es un combustible fósil y, aunque sea tratado como un “combustible de transición” a medida que se avanza en la incorporación de energías renovables, las proyecciones estiman que el gas desempeñará un papel protagonista hacia 2027. El Gobierno dice que la descarbonización "no será posible a corto plazo", pero eso compromete la acción climática dominicana.
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