“¡Ah pero qué lindo lugar eligen para hacer una conferencia climática!”, fue el comentario irónico que más recibí cuando he contado que iría a Dubái a cubrir una COP. En verdad, no es mi responsabilidad la elección del lugar de una COP. De hecho, la elección del lugar es el segundo paso de una primera decisión más importante: la presidencia de la conferencia. Repasemos brevemente cómo es esto.
Cada edición de una COP es presidida por un país diferente respetando una igual participación de los cinco grupos regionales de Naciones Unidas. Cuando le corresponde a una región, sus países eligen a uno -generalmente es el que tiene el dinero, la infraestructura y las comodidades necesarias para albergar una conferencia de estas características- y lo postulan ante la COP, donde las partes deciden por consenso su aprobación. Este 2023 correspondía que la conferencia fuera en alguno de los Estados de Asia y el Pacífico, y Emiratos Árabes Unidos (EAU) salió como el país anfitrión seleccionado.
Ahí apareció la primera preocupación. La conferencia climática se realizará en el país que, en 2019, fue -detrás de Arabia Saudita e Iraq- el tercer país de la OPEC (Organización de Países Exportadores de Petróleo) mayor productor de petróleo. Un país en el que, además, el gas fósil viene adquiriendo creciente protagonismo: es la principal fuente de generación de su electricidad y la principal fuente del suministro total de su energía. Es decir, un país donde priman la producción y explotación de combustibles fósiles, esos que son responsables del 91% de las emisiones globales de dióxido de carbono (CO2), contribuyentes al cambio climático.
Y esto no es todo.
La producción de petróleo y gas de EAU está principalmente a cargo de la Abu Dhabi National Oil Company (ADNOC), la compañía nacional de petróleo bajo propiedad del Estado de EAU y posicionada como la 12° empresa de petróleo más grande del mundo. Desde 2016, su CEO y director general es Al Jaber. Ahí apareció la segunda preocupación.
Al Jaber es el presidente de la COP28. Es decir, es la persona a cargo de determinar cómo será el trabajo durante las dos semanas de negociaciones. En otras palabras: la persona que liderará el proceso de negociaciones para avanzar en la acción climática es, al mismo tiempo, el CEO de una empresa que fomenta la producción de combustibles fósiles responsables del cambio climático ante el cual se requiere acción en la COP. ¿Qué interés primará en sus decisiones? ¿Cuánto buscará facilitar la salida de esos combustibles fósiles que, a la par, promueve? ¿Cuánto buscará favorecer a la industria en la que trabaja con falsas soluciones climáticas? El conflicto de intereses está a la vista.
425 grupos de la sociedad civil y observadores acreditados respondieron a esta elección con una carta dirigida al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, y al secretario ejecutivo de la Convención Marco de Naciones Unidas en Cambio Climático (CMNUCC), Simon Stiell, expresando su rechazo al nombramiento y pidiendo que las presidencias de las COPs "sean independientes y libres de la influencia de los combustibles fósiles".
En las reuniones preparatorias de junio pasado en Bonn, Alemania, le pregunté a Stiell cuál era la respuesta de la CMNUCC al respecto. Esto me dijo: “La selección de la presidencia viene de las Partes y luego damos apoyo. En lo que respecta específicamente a la COP28, tenemos un presidente que tiene una experiencia significativa en el sector del petróleo y el gas en una nación productora de petróleo y gas. Eso brinda la oportunidad de hacer algunas preguntas muy difíciles, pero también de buscar algunas respuestas muy difíciles pero necesarias. Y esa es la oportunidad que se está brindado”.
¿Se aprovechará la oportunidad? ¿Para qué? Este lunes el Centre for Climate Reporting reveló que Al Jaber -y su equipo- ha estado sacando provecho de su rol como presidente de la conferencia y de reuniones mantenidas con funcionarios de gobiernos de distintos países para, en nombre de la COP28, promover el comercio de petróleo y gas, y favorecer a ADNOC. La COP28 podría ser el espacio en donde se establecerían esos acuerdos bilaterales. La respuesta del gobierno de EAU ante esta revelación habla por sí sola: “Las reuniones privadas son privadas”.
Los documentos obtenidos sobre estas reuniones muestran que el gobierno de EAU pediría ayuda al gobierno de Brasil para que apoye a ADNOC en la oferta que realizó para comprar la mayor empresa procesadora de petróleo y gas de América Latina, Braskem.
Más de 70.000 personas es la expectativa de participación que se tiene para la COP28. ¿Cuántas de ellas buscarán favorecer al proceso de negociaciones? ¿Cuántas buscarán incidir para bloquearlo y/o dirigirlo hacia sus propios intereses? ¿Cuánto agrado les generará que la decisión final de la conferencia haga un llamado explícito a salir de los combustibles fósiles poniendo un fin a su dependencia y no perpetuando su uso en nombre de la transición? Sólo en la última COP27, fueron 636 los lobistas de combustibles fósiles que tuvieron acceso a la conferencia, según el reporte de Global Witness. La pregunta más frecuente es ¿para qué asisten?
Un reporte de la Agencia Internacional de Energía muestra que la industria del petróleo y el gas “es una fuerza marginal en la transición mundial hacia un sistema de energía limpia”. Es decir: no están ayudando a la transición y tienen mucho -un montón- por hacer. De nuevo, ¿para qué asisten a las COP?
Lejos de mantenerse ajeno a los aspectos técnicos de las negociaciones, todo este preocupante contexto puede influir en las discusiones. Y quizás no para bien…
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