En estos días, el fuerte eco de la tierra nos llama a buscar nuevas formas de habitar y habitarnos y lo que conocemos como cambio climático, es una forma de expresar el desequilibrio que el modelo económico capitalista ha generado en la naturaleza. De ahí que la crisis climática nos aproxima al vínculo que los pueblos originarios llevan con la naturaleza: muestra y manifestación de una forma de comprender y de relación con la naturaleza en un plano de un cambio que debemos empezar a adoptar.
Wiñoy Xipantu, la noche más larga del año nos indica un cambio de ciclo. El mapuche kimün (saber mapuche), entiende que los procesos naturales son propios, y que la relación con cada acto que las personas hacen en su propia forma de vivir, es un ejercicio de reciprocidad y respeto que comienza desde el ser y se retroalimenta en el rito del contacto con los cursos de agua, para limpiar cuerpo y espíritu, esperando con otra energía la llegada del sol a este hemisferio.
En el ejercicio cotidiano de vida mapuche, la vida mapuche habita espacios donde los cursos de río han disminuido, las plantaciones exóticas degradan y secan la tierra; sin bosque nativo. Todo eso debilita y desconecta, del ser y sobre todo de una forma de vivir, kume mogen, equilibrada, consciente y resiliente.
En el pensamiento y filosofía de vida mapuche, la explotación, extracción, y el consumo desmedido no existen. El mapuche kimun concibe un desarrollo desde el ser, vinculado a la tierra, pero equilibrado (no desmedido), sostenible (para vivir), resiliente y sensible; claves que son esenciales para superar el actual modelo económico de producción y consumo capitalista, causante del cambio climático.
Es por eso que como pueblos nos levantamos y luchamos en contra de todas las formas de explotación, principalmente a la tierra, los abusos y vulneración a los espacios naturales; conscientes que otra forma de vida es posible, desde nuestra propia cosmovisión.
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