En condiciones normales, los humanos tenemos un sistema de refrigeración instalado en nuestros cuerpos. Se le llama sudar.
Pero cuando se cruza cierto umbral de temperaturas ambiente (tanto en cantidad de grados como en porcentaje de humedad) sudar cuesta más o no es suficiente.
En Estados Unidos las olas de calor han empeorado en intensidad y extensión. El inicio del torneo en el verano norteamericano se da en varios de los estados, como Kansas y Texas, donde temperaturas extremas se dieron durante varios partidos.
El final de la primera fase del torneo tuvo al jugador uruguayo Ronald Araújo sustituido por deshidratación, al seleccionador de Paraguay admitiendo cambios en los entrenamientos de su equipo debido al calor y al árbitro asistente Humberto Panjoj desmayado en medio del partido entre Perú y Canadá debido a un golpe de calor.
No es casualidad que por primera vez, la Conmebol haya publicado una serie de recomendaciones médicas para reducir riesgo e impacto de golpes de calor de los jugadores y árbitros durante la Copa América 2024.
Entre las medidas dispuestas por la Conmebol ante el calor en Estados Unidos se encuentran exámenes médicos para identificar atletas en riesgo, monitorear la temperatura y el porcentaje de humedad (a través de un índice al cual se le llama “Temperatura del Globo Húmedo”) durante los partidos y entrenamientos, permitir pausas durantes los partidos para hidratación y establecer un protocolo de emergencia ante calambres, síncopes, agotamientos y golpes de calor.
El impacto del calor en el torneo de selecciones más antiguo del mundo es un ejemplo de los desafíos de los deportes masivos ante una realidad que suelen ignorar: el cambio climático.
La relación entre el fútbol y el clima en particular tiene dos caras: por un lado, fenómenos extremos amenazan cada vez más la viabilidad de torneos. Pero, por el otro lado, el fútbol en particular es una vitrina de entretenimiento preferida por las empresas de combustibles fósiles para lavarse la cara.
En la misma Copa América, la vigente campeona, Argentina, es auspiciada por la petrolera público-privada YPF, la misma que ideó un plan de “licencia social” y ataque a activistas para impulsar pozos off-shore. Paraguay es auspiciada por la multinacional Shell, que ya sabía del impacto de sus actividades en la crisis climática en los años 80, al mismo tiempo que financió e impulsó un negacionismo que seguimos pagando hoy. Y la selección de Perú es auspiciada por Repsol, denunciada este año por mentir sobre el impacto de sus biocombustibles.
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