Habrá que decir tres o cuatro cosas sobre la trilogía ¡Illuminatus!, escrita a mediados de los años setenta por Robert Anton Wilson y Robert Shea. Porque la estamos leyendo y esto hay que compartirlo.
Una. Un músico británico llamado Bill Drummond leyó las cien primeras páginas de este libro y montó una banda llamado The Justified Ancients of Mu Mu, JAMs. La banda robaba trozos de canciones de otros artistas y los sampleaba. La A de JAMs en la portada del disco es una pirámide partida por un radiocasete.
Es posible que hayan ocurrido otras cosas hechas por gente que leyó este libro, incluso entero, pero esta es desde luego de las bien relevantes. Los JAMs pusieron fin a su carrera quemando un millón de libras esterlinas de curso legal.
Los JAMs de quien toman el nombre es un grupo que lucha contra el poder de los Illuminati, esa sociedad secreta que quiere tener el control del mundo para fines chungos. Su origen se remonta a cultos secretos entre los sumerios, que ya vieron que la cosa iba a ponerse fea con eso de los excedentes de producción.
Dos. Estamos a bordo de un submarino construido en oro, rumbo a los restos de La Atlántida. Su capitán, Hagbard Celine, conversa con un delfín llamado Howard que le advierte de que unos drones malos están tratando de llevarse unas valiosísimas estatuas atlántidas. Celine lucha, vence y con esos restos convence a la Mafia para que apoyen su causa discordiana, es decir, propulsora del caos, no del control.
A bordo va un periodista que ha llegado a la nave después de compartir celda con el verdadero asesino de JF Kennedy y flipa con todo lo que le está pasando.
A la vez hay dos policías investigando la desaparición del editor de una revista, y a la vez, a la vez, a la vez…
Tres. Este libro salió como iniciativa de mecenazgo porque nadie se había atrevido a publicarlo hasta ahora porque es un locurón de setecientas páginas, torrencial, psicodélico, lisérgico, filosófico, puramente underground, profundamente satírico. Algo así como el Ulises pasado por el rozagante estilo de Austin Powers. Sin previo acuerdo, tres de cinco libreros corsarios pagamos por anticipado. Claro que sí. Bravo por Orciny Press.
Cuatro. Robert Anton Wilson ya se mofaba hace cincuenta años de las teorías de la conspiración, las cábalas, los miedos. “El poder. Qué era aquello que me decía Jung sobre el poder…” dice en sus últimos momentos un líder mafioso. Leído hoy funciona como un espejo deformante de esta ridícula y plana realidad nuestra de hoy de investigadores de la nada, vendehumos del crecimiento personal y libertad para lo mío, que diría Juarma.
El poder sigue siendo el mismo. Ahí habría que mirar, parece decir RAW.
Librazo. Empieza fuerte la temporada. Ya en librerías, te lo llevas aquí.
Recibe un saludo discordiano de tus libreros.
|