Faltan exactamente 51 días para las elecciones generales en Brasil, cuando los casi 150 millones de electores van a definir al próximo presidente de la República. La campaña política actual tiene mucha relación con lo que te contaremos sobre la necesidad de una transición energética justa para todos.
En Brasil, las poblaciones tradicionales, como indígenas y quilombolas, están amparadas por las leyes cuándo se trata de instalar un gran proyecto - por ejemplo, de una central hidroeléctrica - cerca de sus territorios. Lo que pasa es que, en la teoría, sus voces deberían ser consideradas cuando se trata de los impactos de las grandes obras que implica dicho proyecto. Sin embargo, en la práctica, no son escuchados.
¿Y qué tiene que ver todo esto con las centrales, pueblos tradicionales y el momento político del país? Hace cuatro años, antes de ser elegido, el actual presidente, Jair Bolsonaro, había declarado que en su gobierno ningún territorio indígena o quilombola sería demarcado o reconocido. Hace poco, él se jactó de ese hecho. Por lo tanto, hay comunidades tradicionales que mantienen sus modos de vida – en el mismo territorio donde han habitado varias generaciones - que no son respetadas cuando se presentan grandes obras porque el gobierno no las reconoce, incumpliendo los artículos 68 y 231 de la Constitución Federal Brasileña.
En este escenario, las comunidades hacen lo posible frente a los grandes proyectos, como los indígenas guaraní que defienden el río Mourão, y las familias quilombolas que buscan proteger al río Ribeira de Iguape. Sobre ellos te cuento en el siguiente artículo.
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